domingo, julio 28, 2013

Sigo las instrucciones: corto al azar




La nostalgia se abala y se avecina por entre las páginas, por entre los diminutos puntitos que conforman las hormiguitas, las cucarachas, los zapatos y las moscas de las letras que pululan, pululan y hacen la caricatura de la gramática/poesía/ filosofía/vida sin dejar de jugar en serio, seriamente  las palabras conforman una noche sedienta de soles y ganas de seguir fumando los deseos de seguir siendo el ser que se es.

Los cuartos se llenan de un silencio extraño y nos encorvamos solidarios con el peso que se esfuerza en pesar, que sueña con árboles cuadrados; el sudor se hace diminuto duende que espía las noches y se suicida en toallas sin siquiera acariciar; mientras el sol, entremetido, y las ventanas, colando pestes, conforman la noche que es mujer y es cucaracha patas arriba.

El papel recoge visualmente las gotas de lluvia y las cuenta con el silencio de una bombilla apagada… infinitamente… como si fuera un tv (apagado también), así, a la vez, sin ser el todo y a la vez a modo de limpieza, hacemos el comic del amor sin rayar la ilusión ni motivar el desvelo o el aroma del café.

Hasta las palabras se vienen (a menos) porque las lágrimas seducen los vuelos de los párpados en la oscuridad.  Y es que, a fin de cuentas, más que contar es mirar y más que escribir es recordar, después de todo el olvido es engañar poco a poco y sustituir la noche con el día.

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Este  escrito es un diálogo con el poemario Corte al azar  de René Pérez Martínez







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