lunes, mayo 12, 2014

Cuento para niños de octavo grado

      Estaba en un estacionamiento extrañamente vacío cuando oí los llantos de un recién nacido. Miré a mi alrededor y no había nada ni nadie. Caminé  circulando el área donde estaba y cada vez el llanto se hacía más intenso, pero en cuanto más buscaba, el estacionamiento me parecía más vacío y oscuro. Los llantos se convirtieron en unos chillidos espantosos. Ni siquiera me preguntaba qué hacía allí ni por qué el estacionamiento estaba tan vacío. Corrí un poco y los sollozos se volvieron feroces, salvajes. Sentí una hincada en la espalda que hizo gritar. Me sacudí el abrigo y vi en él a un gatito desfigurado que se aferraba con uñas y dientes a mi cuerpo. A este pequeño monstruo lo llevo cargando desde ese día y no me permite despertar. 

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