[Escribí esto en 2000, si le añadimos Siria y
algún cambiecito estilístico parecería que lo escribí ayer. El amigo que me
habló de extraterrestres es Lester Mon, por supuesto♥.]
El
día en que me lastimé la rodilla me empezó a doler el tobillo y más tarde, la
otra rodilla se me lastimó. Cuando
pensamos en el mundo nunca lo vemos como una unidad –así como nuestro cuerpo-
sino como algo totalmente dividido. Todo
por creer que el planeta somos nosotros los humanos. Al pensar que la humanidad es el eje del
cosmos y que a imagen de Dios hemos sido creados, degradamos toda la naturaleza
que nos rodea. De pronto las diferencias
culturales –por no mencionar las raciales, sociales o ideológicas- toman un rol
significativo del transcurso o “manejo” de nuestro entorno y del planeta.
De
pronto no importa Hiroshima porque lo viven los japoneses y nos queda lejos. Somalia se convierte en el espanto, que por
morbo, acudimos a ver para dar gracias porque no nos pasa a nosotros. El respeto que podamos tenerle a un iraquí es
igual a cero y por lo tanto, Irak merece ser bombardeada. Como aquellos son judíos y los otros
musulmanes, que se fastidien entre ellos y sus mentes retrógradas.
Tengo
que aclarar, y en esto soy terca, que no me conformo con que la vida sea
así. Como dijo Bertolt Bretch, “nada
debe ser imposible de cambiar”.
Conformarnos con que la realidad es de una forma y las pautas en las que
se gobierna de otra es la manera más irrespetuosa de agradecer la vida y de
vivir. “Así es el mundo, así que me voy
al Mc Donald’s a comer mierda con sal y luego veo la novela para idiotizarme y
pensar que en la vida hay buenos y hay malos, todos sufrimos y si me conformo
con mi suerte, al final voy a ser feliz.”
Una vez María Teresa Bertelloni dijo: “Todos somos responsables de
nuestra existencia”. Pero; ¿cuál es
nuestra existencia?
¿Será
nuestra existencia ir al cine, al trabajo, comprar ropa en el Mall o Internet,
hacer el amor cuando pueda y honrar a mi familia? Respiro profundo y me pregunto dónde habrá
estado antes el aire que inhalo. Si a
Puerto Rico llega el polvo de África y si se derritieran los polos nos
inundaríamos; ¿es nuestra existencia nuestro micromundo de rutinas, alegrías y
tristezas o algo más allá, más grande, que nos conecta con algo que algunos
llaman Dios? ¿Si un terremoto en alta
mar causa un tsunami que arropa las costas de Japón, acaso el terremoto es
insignificante para Japón por lo lejos que ocurre? Los japoneses no pueden hacer mucho, “la vida
es así”, “es algo de la naturaleza”.
Pero construyeron grandes murallas, rompeolas; no desistieron porque
tienen una convicción y un deseo: mantenerse vivos y no perder su hogar.
El
conformismo es la excusa más patética para la inacción. Nunca ha sido una virtud. Cruzarnos de brazos y despreocupadamente
concentrarnos en lo cotidiano sin mirar más allá del horizonte es un egoísmo
imperdonable; es un retroceso del tan ridículo globalimperialismo-cibernético
impuesto.
Somos
agentes revolucionarios en nuestra vida, en nuestro entorno, en nuestro
planeta. Quién pensara que halagarle
pelo a alguien le haga sonreír más en el día.
Quién pensara que por resistirse a comprar en cierta tienda iba a lograr
una mejor condición de empleo en las obreras y obreros.
Un
amigo me dijo: “Tienen que venir los extraterrestres para que finalmente nos
demos cuenta de que este es nuestro planeta y entonces luchemos y hagamos todo
pensando en que todos somos parte de un mismo planeta”. Me duele pensar que tal vez sea necesaria una
legión de marcianos imperialistas para que los imperialistas del presente se
convenzan de actuar en equipo, de compartir y mirar más allá del hoy ahora
económico. Porque; ¿cuántos siglos vamos
a sobrevivir entre tanto abuso, entre tantas diferencias irreconciliables,
entre tantas guerras?
No
me conformo en creer en que esta es la manera en que la Política y la Economía
convergen, a través de la guerra. No me
importa que esta sea la forma en las naciones pueden competir y asegurar su
futuro. ¿Hasta cuándo las diferencias?
El
día en que me dio tortículis cada vez que me reía me dolía la espalda baja y
luego cuando me tomé las Flexeril y Percocet iba tan “elevada” a mi trabajo que
olvidaba hacer las cosas. ¿Es que acaso
no somos responsables de Kosovo, de Irak, de Palestina? Lo que les pase a ellos; ¿no será una
cicatriz terrible que afecte a todo el planeta?
¿O acaso cada vez que un niño o niña sabe lo que le ocurrió a los judíos
en la Alemania Nazi lo celebra con alegría y le llena de esperanza? ¿Qué haya sido tan lejos quita el horror tan
innecesario cuando vemos las fotos de los sobrevivientes de Hiroshima? Aun si lo ignoráramos; ¿la Tierra, la
naturaleza, la vida, Dios lo dejará de sentir?
Cuando usé muletas por mi pierna enferma me lastimé el cuello, y me
sentía tan triste y frustrada por el esfuerzo que apenas comía. ¿Tenemos que experimentar con otra guerra, sentarnos
frente a los televisores y computadoras a ver las explosiones para augurar cómo
nos afectará?
Los
periódicos duplicarán sus ganancias y la revista Time se llevará premios
por las fotos de los niños y niñas con las miradas perdidas, las mujeres y hombres
llorando y la destrucción masiva de las ciudades, decenas de forwards o correo
electrónicos en cadena compartirán las imágenes de los cadáveres de los niños
de Gaza, algunos firmaremos cartas virtuales para virtualmente alivianar el
peso de la conciencia. El impacto
ambiental nos importará un pito porque queda todo muy lejos; al final, nos
sentiremos bien conformes de vivir en un gobierno liberal democrático que
escucha y respeta a sus ciudadanos, aunque los ignore cuando digan “NO” a la
guerra, pues a fin de cuentas... sus efectos no nos lastimaron tanto.
A
una profesora muy querida le dieron un medicamento para los pulmones y le dio
glaucoma. Por favor, que el remedio no
sea tan malo como la condición. Que no
nos deje “viajando” en la tonta ilusión de que los buenos se enfrentarán con
los malos y los vencerán. Que a la larga
los efectos no se traduzcan en insensibilidad y más guerras. Si nos arrancan el dedo del pie de cantazo,
de seguro no podremos pensar bien. Lo
que pasa en Irak y Palestina nos afecta en todos los sentidos posibles, en los
inimaginables y constituye una degradación a los valores y derechos universales
de la vida. Además, es una falta de
respeto a la Madre Naturaleza, que por tonteras humanas se siga mutilando el
patrimonio mundial. Las razones
políticas y económicas no importan dentro de un volcán. Simplemente: DETENGAN ESTA GUERRA SIN
SENTIDO, ESTE ABUSO Y AGRESIÓN A LA LIBERTAD Y LA VIDA.
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