domingo, julio 16, 2017

Paso

Pasar como quien se monta en la guagua y transita un barrio que poco le importa porque lo que quiere es llegar a la casa cuanto antes. Pero el barrio, ese barrio, se vuelve tan presente que la media hora de trayecto se enmarca en el paisaje como quien se tatúa el nombre de un viejo amante a medias que insiste en no dejarse olvidar ni dejarse amar. Entonces el barrio se vuelve la melancolía de una ausencia de lo que no existe porque nunca fue y el barrio, ese barrio, parece entonces un destino por el que se pasa, pero que parece recuerdo y fin y principio. Pasamos del barrio, como quien pasa de su amante y el barrio entonces duele. Duele tanto que la media hora son tres años y una vida entera. El barrio, ese y todos, son lo único importante al montarte en la guagua para llegar cuanto antes a tu casa. La única razón por la que tomas esa guagua a esa hora, lo único que te desvía de tu casa, se tatúa en el reverso del tiempo, en ese cuerpo que no tienes, ese amante irreal y ese barrio y esa guagua y esas ganas de llegar a tu casa; pasar de todo porque ya duele el barrio, ese barrio.

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