lunes, noviembre 23, 2020

Don Luis

 

Acabo de enterarme de que don Luis, el señor que me recibía en el MAC, ha fallecido, usaba una sombrilla bajo el árbol y siempre estaba risueño. Le encantaba conversar y comer, pero, sobre todo, amaba los lirios cala. Estuvo por muchas semanas hablándome de ellos, de que los estaba buscando, amaba su olor. Tenía una gran barriga y una gran sonrisa. Le gustaba pimpearse, y se preocupaba mucho por la gente que lo rodeaba y por la estructura del museo donde laboraba en las tardes. De más está decir lo mucho que disfrutaba a don Luis, lamento que haya fallecido y no lo haya vuelto a ver por tanto tiempo. Me hacía feliz incluso verlo a lo lejos, siempre me saludaba contento. Siempre tenía alguna anécdota, recordaba nuestras conversaciones y le daba seguimiento a cuanto le hablaba...

 


Ha fallecido don Luis. No sabía mucho de él, pero sabía todo de él. Hay gente a la que le basta con sonreír bajo una gran sombrilla bajo un gran árbol y con voz dulce preguntarte por los muchachos (los cangrejos) para que todo parezca de pronto normal y con sentido. Buscaré lirios cala y una vela. Buscaré tratar de fijar a don Luis en mis memorias, en algún cuento será eterno. De aquí a un año Facebook me lo recordará y no sé si estaré igual de triste. No me molesta la muerte, sino cuando imagino que le sobreviene la muerte a alguien en soledad. Espero que don Luis no haya estado solo, espero que haya conseguido sus lirios o que reencarne en uno de ellos... No sé, sé que murió, me acabo de enterar

 

No sé su apellido, y es que nunca me han importado esas cosas, sé que me había ofrecido un morir-soñando cuando le dije que no me gustaban “es que no has probado los míos,” me tendió ese reto con cierta coquetería que tenía al hablar. En algún momento pensé que sería imposible degustar su manjar, solo nos veíamos en el MAC, pero que tuviera el gesto de convidarme en su imaginación, me hizo más que feliz. Admiraba el botón de su guayabera abierto y sus pies pequeños, admiraba cómo abría sus ojos al hablar y esa dulzura tan presente en su voz, tan melodiosa. Don Luis sabía todo del MAC, de la gente que lo poblaba en sus faenas, de algunos visitantes, algunos artistas, por su edad hablaba de los demás como si se tratara de adolescentes, tenía cierto sentido paternal al referirse a algunos. ¡Hasta a los perros los trataba con cariño! Atendía a todos los que pisaban o revoloteaban por el MAC con la familiaridad de un custodio, de un abuelo, o de un tipo de guardián angelical, bonachón y bondadoso, coqueto y divertido. ¡Qué buena persona fue conmigo don Luis! ¡Qué pena o tal vez nostalgia me da saberlo muerto!

 

Lirios cala y una vela, una foto y mi homenaje. Don Luis será eterno…

 




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