Aquella pequeña cama gris
afelpada, ergonómica, impermeable
fue la compra más concienzuda que hice
para mi perrita Rima
se orinaba un poco al dormir
16 años caninos son muchos
envejecimos juntas
pero a ella los años le diluviaron
de un momento a otro un fallo renal
me hizo recostar la sofisticada y práctica
cama
de la pared frente a mi casa
¿Quién querría una cama
constantemente orinada y lavada,
orinada y lavada,
orinada y lavada?
En esa cama rectangular dormía
la vejez, el amor y el juego
una cama que reunía también pelo
también desvelo
que también soportaba
las bromas, los ladridos, la arena
y quién sabe si las pesadillas
de la perrita que se acostaba
con sus patas cruzadas
(nunca le hice el only fans que tanto
prometí)
Ya la perrita no está y la cama se tira
tanta lealtad recostada de una pared
tanto sostén, cómo se descuida lo viejo
lo que no se usa ya, lo que ya no es como
antes
el contraste de la suavidad y lo mullido
con la crueldad de la acera
como tiré también todos los mementos
de mi hermana
Y la cama que sostuvo orines, sueños,
a Rima con la lengua afuera
a Rima gruñendo
protegiendo que nadie tocara su cama
estuvo afuera una tarde, una noche
Nadie se la llevó
El día que pasó el camión de basura
seguramente la llevó
y con ella todo ese sostén, esa memoria
esa vejez de la alguna vez perrita más
rápida de la playa
y me pregunto si la cama, la perrita, mi
propia hermana
fueron una vez
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