-Oh man, this weed is
totally awesome. Just two hits!
Las
risas y la fragancia se percibían desde la acera. “Aquí es,” comentó uno de los chicos
nervioso.
-Wow, last time I made some brownies for some chicks and we tripped for
five hours straight. It was so cool.
-I
feel you, man. Did you eat the fries I
made last weekend?
-No...
-Man,
you should try them next time. I made
this recipe: you boil the seeds in oil and then you use that oil for cooking;
and violá! The best fucking trip
you’ll have in years. I’m not kidding,
man! Next time you’ll try it.
El
rubio tomó una bocanada de la pipa de agua bien fuerte. Inhaló hasta que no pudo más y rompió el
silencio con fuertes tosidos que fueron acompañados por risas
interminables. Entonces se asomó a la
puerta.
-What is it?
-I’m here because a friend of
mine told me about you, guys. Can’t you
get me some weed?
-Excuse me, and you are?
-My name is Ernesto,
Ernestito. I am a friend of John.
-Oh, oh, come on in!
Dejan el portón abierto y entran
ambos a la casa, inmediatamente salen dos sujetos que entran corriendo y
aguantan la puerta. Tienen unas
escopetas recortadas y le dan una pistola a Ernesto. Amarran a los gringos, los abofetean, los
escupen, se burlan de ellos; toman sus plantas de Kriptonita, una marihuana tan
olorosa y tan verde que parece la Kriptonita de Superman.
En el cuarto posterior de la casa había un tendedero con cinco plantas boca abajo y siete en tiestos. Eran unas plantas pequeñas del tamaño del torso y estaban perfectas, listas para ponerlas a secar y fumar. “Estas moñas están cabronas. Jodíos gringos, tienen una mano pa las matas...” dijo uno mientras arrancaba una de las plantas y así lo hizo con todas.
-¡Anormal, no ves que así jamás
podremos sacarle un hijo!
-Olvídate, pa eso están las
semillas.
-¡A la verdad que tú no sabes na,
huele-bicho!
-¡Maricón, que se joda!
-¡Pendejo!
-¡Ya! ¡Dejen la pendejá!... And the
money, motherfucker? The money, cabrón!
Se
llevaron todo y dejaron a los gringos amarrados con moretones y sin nada de
dinero, nada de marihuana. Jamás los
gringos reportaron el robo, jamás dijeron nada.
Empacaron sus cosas y se fueron a Nueva Jersey a la casa de sus respectivos
padres que estaban ya viejos, sabían que aunque dijeran nombres, la cosa se
pondría peor. Ellos son y serán siempre
gringos y ningún local va a sacar la cara por ellos. Antes los locales prefieren estafarlos y
“prenderlos, ¡qué se creen! ¿Qué pueden venir aquí hacer negocios y guillarse?
¡Qué se vayan al carajo!”
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