En homenaje a Mieke Bal
A: René Pérez Martínez
Fue
una equivocación dejarte ir a la esquina, de no haberte dejado, ahora no
estarías preso y yo estaría contigo. No supuse lo de la redada como tampoco
supuse que tendrías contigo tanto que te inculparía por tanto tiempo. ¿Alguna
vez serás libre? Y cuando los seas, ¿estaremos juntos?
“Presa, culpable de tener
una vida perfecta”, le anunció a la sicóloga que llevaba su caso. Mientras
fumaba cigarrillos sin parar lo único que hacía era dibujar un rostro que se le
antojaba imaginar a cada rato que recordaba que en su perfección le faltaba una
sola cosa.
Llevo preso diez años y
todavía me parece escuchar su voz quebradiza y oler su piel. Estoy tan preso en
estas paredes como lo estoy en el recuerdo suyo.
En un centro de
envejecientes de afiliación católica, Arturo se mece y se mece pensando en cómo
lograr que su madre le dé permiso para salir a verla. Hay veces en las que
decide escaparse, pero alguna de sus hermanas lo delata y no logra salir a
verla. La peor de las veces es cuando le dicen que ella está muerta, pero Arturo
está muy convencido de que habló con ella ayer.

En la nueva escuela,
Rosalina no hace amigos. Dibuja ojos llorosos en sus libretas y escribe
“Camilo” con insistencia obsesiva. En su nuevo trabajo, el padre de Rosalina
aprende nuevos vocablos y, a pesar de su resistencia inconsciente, aprende un
nuevo idioma que lentamente convierte su nombre en un disparate.
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