sábado, agosto 22, 2020

Guineos niños

 


Un señor se detuvo y aunque me veía hablando por teléfono, me pidió una de las plantas de guineos. La arrancó y se la llevó. Iba en motorita, le di un machete y le dio un picotazo y aseguró que se le daría bien linda y que me traería guineos... Debías haberlo visto, parecía una escena sacada de una película, al principio me molesté porque hasta tuve que colgar la llamada, él me seguía hablando sin importarle que estaba evidentemente ocupada. Terminé abruptamente la llamada, seguí la misma actitud de pocos modales, no me dio otra opción.

Me disfruté a su personaje, debí haberlo mirado más y mejor, se veía una persona hermosa... sus arrugas, su voz, era flaquito y llevaba un casquito para la motorita (era como una Vespa, pero no tan fancy). Tenía las manos delgadas y eran como las manos de las personas que trabajan con ellas, que son como grandes, de nudillos prominentes, pero sus uñas veían cuidadas... Se perfilaba como un señor clásico de estos (le calculé sus 70 años) de ojos vivaces que me miraban desde el bifocal de sus espejuelos. Me dijo que su hija vive más abajo. Espero que se le den los guineos y me traiga, como me prometió, porque lo imagino en la motorita, cargando los guineos en una cajita, contento de que se le dieron. “Ahí no se te van a dar”, me dijo y concuerdo con él, los guineos no se dan en tiesto. Para la próxima le preguntaré su nombre y le daré algún hijito de ilán ilán o de café. Es más, le pondré espinacas en un tiestito y si lo veo casualmente se las daré para incentivarle su regreso con los guineos. Quién sabe si a él se le dan todas estas plantas que hacen de mi patiecito santurcino una selva. Ya voy haciéndome la historia de una amistad agrícola con este señor desconocido que va en motorita a visitar a su hija…

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