miércoles, abril 15, 2015

Decero: un discurso desde el cuerpo y el espacio



Foto Leonor Jaume
Un espacio escénico en el que figuran péndulos, latones, un espacio delimitado por papel de estraza, una falda que guinda graciosa en una esquina, un radio puesto sobre la pared, y una mujer en cuclillas como si estuviera terminando parte de la utilería: unos muñecos hechos en papel de estraza tirados en el suelo como una montaña de algo que aún no se define. Nos recibe la mujer en plena faena, los presentes conversamos y así de pronto vemos que somos parte de la pieza que había empezado desde antes que entráramos a sentarnos. Una vez el público en silencio, la mujer coloca los muñecos en unos asientos, conforman una audiencia cautiva, pero que son también parte del escenario. La sensación de entrar in media res, nos lleva a esa idea de empezar de cero, de algún modo hay que descifrar un acertijo que se tiende con esos elementos intricados del escenario, la música como tela de fondo y como parte central del espectáculo, y los movimientos de la coreógrafa y bailarina, Alejandra Martorell.
Decero es una pieza de movimiento escénico, parte del Programa de Residencia de Artistas y Compañías Alternativas, que se presentó en la Sala Experimental Carlos Marichal del Centro de Bellas Artes de San Juan del 9 - 12 de abril. En este tipo de proyecto la recepción es parte central de un contradiscurso que esquiva las estructuras y concepciones lineales de la puesta en escena, supone hilvanar los movimientos y enlazarlos con la atmósfera. Al inicio, con un carbón entre las piernas la mujer traza en un círculo lo que en cierta medida supone la reescritura partiendo de lo corpóreo. La artista va interviniendo con los elementos disímiles de la escena, los cuales a través de la presencia misma de la bailarina, de esa interrelación, adquieren un poder semántico poderoso. Martorell en medio de su gesta deconstruye el espacio, destroza los límites del escenario que crea el papel de estraza en el suelo y en él se sumerge de modo sugestivo. Además, cambia de vestuario frente al público de modo continúo, hay una especie de planteamiento de identidades, y así como los muñecos atentos, la propia bailarina se sienta junto a ellos; en medio de los movimientos, ella también va asumiendo papeles.
Foto Leonor Jaume
Igualmente la pieza traza un problema con el balance, con la ineficiencia de las estructuras discursivas, privilegia la improvisación, lo espontáneo del gesto, de la colaboración horizontal con los otros componentes de la pieza: la escenografía e iluminación, diseñados por Juan Fernando Morales; la música de Eduardo Alegría; y la codirección y arte gráfico de Ita Venegas Pérez. 
Esa inmersión del cuerpo y sus movimientos en unos contextos arquetípicos bifurcados: la luz roja que impera sobre el escenario, los muñecos de papel, las botellas de vidrio que se tapan con péndulos, el juego con las sombras y con la luz que se refleja de espejos, y un caldero al que se vierten unos paños mojados en pintura rosa, todos de algún modo nos elevan a lo mítico. Sentimos una cercanía con lo primigenio, prelingüístico, de algún modo vemos el parto de un nuevo discurso que prescinde de las estructuras mismas. Precisamente en los momentos en los cuales más se desarrollan los movimientos, no hay sonido más allá del que realizan las coyunturas al moverse, los pies en el suelo y la respiración. Esto crea una intimidad y un espacio en el que somos los espectadores quienes generamos los matices discursivos que le darán un sentido (lógico, direccional y emocional) a la pieza que aun así nos comunica algo que precede nuestra experiencia.
El lenguaje del cuerpo, de los mundos que nos rodean, y los problemas que suponen nuestras relaciones con el entorno –el ser en medio de la experiencia– son los ejes pendulares de la pieza que también nos ofrece ricas ilusiones visuales: el cuerpo de la mujer que se sumerge en papeles y se forma una especia de masa, casi anulando su corporeidad; el reflejo de la bailarina en el techo del escenario que a contraluz parece bailar en una burbuja luminiscente; y el diálogo que emerge entre los movimientos y los péndulos que nos sugieren una batalla fascinante entre el cuerpo y los elementos.
            Decero nos lleva a lo que suponemos que es el sentido, lo semántico, y en una danza nos lleva al juego jouissance y a ver el lenguaje del cuerpo como ejes discursivos primigenios que deben atenderse en silencio.


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Publicado en Visión doble (http://www.visiondoble.net/2015/04/15/decero-un-discurso-desde-el-cuerpo-y-el-espacio/)


2 comentarios:

Unknown dijo...

Hermoso Alexa, me remonto a mi niñez. A esos años de la inocencia que todavía pululan en mi memoria de más de medio siglo... Cuando conversaba con las muñecas e inventaba historias entre ellas y yo suponiendome adulta . Las regañaba y las ponia de castigo tal y como lo hacian conmigo. No lo hacia por maldad . Pasan historias de mi vida al leer este cuento y puedo intuir que dentro de cada adulto todavia existen esas niñas, que siempre estan ahi para recordarnos nuestra infancia... Te abrazo siempre. Doris Melo

Alexandra Pagán Vélez dijo...

Gracias, Doris, eres siempre tan generosa y amorosa conmigo, gracias